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JUZGAR LLEVA A PREJUZGAR (Parte II)

5 Vías para no juzgar

Liberarse de etiquetar a los de­más permite mirar la realidad sin filtros y brinda una mayor compenetración con el mundo.

Cultiva la empatía. El antídoto más efectivo contra el hábito de juzgar es ponerse en el lugar del otro. Cuando abandonamos nuestro pedestal y miramos el mundo desde una situación que no es la nuestra accedemos a una comprensión pro­funda y espontánea de la vida.

Limpia tu mirada de prejuicios. Antes de opinar sobre cualquier cuestión, visual iza la lente con la que miras el mundo. Examina si contiene impurezas -prejuicios- que en­turbian tu visión. Trata de contemplar lo que sucede sin que intervenga el intelecto.

Escucha activamente. Los que juzgan por sistema no suelen es­cuchar a su interlocutor, ya que antes de que este haya terminado ya están analizando, diseccionando, buscando los puntos débiles en el discurso y formándose una opinión. Al prestar atención absoluta a lo que nos están diciendo, desaparece la urgencia de juzgar.

Relativiza los contratiempos. Cuando el mundo parece ponerse en contra nuestra nos sentimos tentados a criticar y censurar. Sin embargo, en lugar de dejarse arrastrar por esta actitud que no aporta soluciones, conviene aceptar que cada día tiene su signo. Para ganar tranquilidad puede ser útil decirse: «Esto también pasará».

Separa el hecho de la persona. Si alguien se comporta de manera contraria a nuestros intereses, nos sentimos tentados a etiquetarle de manera negativa. Un primer paso para no juzgar es valorar solo el acto en sí, sin caer en calificativos morales. Antes de condenar a una persona, es preferible dialogar con ella para conocer los motivos que la han llevado a actuar así.

El lado positivo de la balanza

En su decálogo dirigido a los jóvenes escritores, a la hora de hacer descripciones -por ejemplo, de una habitación- Ernest Hemingway remarcaba la importancia de «hablar sobre lo que hay en vez de lo que no hay». Aplicado a los juicios, un primer paso para deshabituarse del mal hábito de criticar y censurar es prestar atención solo a los aspectos positivos de los demás.

En lugar de ver los defectos de las personas que nos rodean, podemos resaltar aquello que si hacen bien e incluso comunicárselo para reforzar este tipo de actitudes. Si positivamos nuestra percepción del mundo, llegará el momento en el que ni siquiera necesitaremos juzgar positivamente, ya que estaremos en paz con los demás y con nosotros mismos.

Artículo de Francesc Miralles (extraído de la publicación CuerpoMente)

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